Una Caminata
Pasar un día entero en las montañas es pasar un día contigo mismo. Pasar un día en las montañas es una forma de meditación, de reflexión. Podés perder a vos en los pensamientos; pero también podés perder a vos en el ritmo de sus botas y todos los pensamientos se van. Es solo vos, el sonido de las botas crujiendo sobre la grava, la respiración de vos, y la montaña. El mundo entero desaparece. Es perfecto.
Es el otoño en El Chaltén. El aire es puro, frío y despejado. Las nubes son solo acentos a través del cielo despejado. No hay lluvia ni nieve en el pronóstico. Por la suerte de los dioses de estas montañas, no hay viento tampoco. Es un día perfecto para una caminata. ¡Qué suerte, qué bendición!
Cada curva, cada rincón, cada vista es mágica y vale una foto. No quiero olvidar ni una cosa. Paro mil veces para retratar un árbol con hojas en todos los tonos de rojo, naranja, y amarillo. Retrato cada valle, o el mismo valle, pero con más nubes en el fondo o una raya del sol que ilumina un punto como si Dios estuviera apuntando con su dedo. Paro y corro, paro y corro. Mi cara se pone roja, pero estoy en el momento, sonriendo, feliz todo el camino hasta mi alma. Si un corazón puede sonreír, lo hace.
Las vistas de los Andes dejan una marca imperecedera en mi mente. No hay nada para compararlos. Siento un tipo de calma, de seguridad, de paz. Es irreal. Me siento en casa.
Los últimos kilómetros son empinados. Mucha gente camina lentamente ahora y pausa frecuentemente. Caen gotas de sudor en las caras. Los corazones laten con fuerza. Los pulmones se restringen por falta de aire. Yo, yo tengo un fuego en estos momentos. Sí, estoy sudando. Sí, mi corazón está latiendo rápidamente y respiro profundamente; pero camino con fuerza y determinación. Siempre es igual para mí. No lo entiendo, pero así es. Tengo alas en estos momentos. Caigo en un ritmo. Cada paso tiene más fortaleza. ¿De dónde viene este fuego adentro? Los lagos La Madre y La Hija me acompañan. Están a mi lado izquierdo como amigas. Pauso por un momentito para dar gracias a ellas y tomar la vista impresionante. Por acá, las montañas mismas son de cada tono de rojo, naranja, y amarillo.
Camino arriba. Respiro. Hay solo el sonido de mis botas sobre la grava y los latidos de mi corazón en mis orejas. Respiro. Camino arriba.
Es solo yo y la montaña.